miércoles, 12 de noviembre de 2008

LOS CONOCIMIENTOS PREQUÍMICOS DE GRECIA A ROMA


Los filósofos griegos ofrecieron las primeras hipótesis sobre la diversidad del mundo material a partir del reconocimiento de una o varias sustancias fundamentales y sus transformaciones. A la concepción materialista del mundo, nueva por principio, se opondría, casi desde su inicio la visión idealista que se hacia heredera de elementos de la tradición religiosa.
En Mileto (Asia Menor), comienza la filosofía. La gente rica optaba por relegar el trabajo físico a esclavos o asalariados, quedándoles tiempo libre para pensar. En este contexto, Tales (625 – 546 AC) elabora la tesis de que la diversidad de las cosas encuentran la unidad en un elemento primario. En términos de interrogante su indagación puede resumirse de la siguiente forma: ¿Puede cualquier sustancia transformarse en otra de tal manera que todas las sustancias no serían sino diferentes aspectos de una materia básica?
La respuesta de Tales a esta cuestión es afirmativa, e implica la introducción de un orden en el universo y una simplicidad básica. Quedaba por decidir cuál era esa materia básica o “elemento”. Tales propuso que este elemento primigenio era el agua.
El postulado de Tales no parece original si recordamos que en la épica de los babilonios y en los salmos hebreos se refrenda la idea de que el mar era el principio: Marduk o Yahvé extendieron las tierras sobre las aguas. Sin embargo, allí donde babilónicos y judíos apelan a la intervención de un creador, el filósofo griego no reclama la intervención de una entidad sobrenatural. Al formular una explicación racional de la multiplicidad de las cosas, sobre la base de la unicidad material del mundo Tales abrió una nueva perspectiva que fuera seguida por otros filósofos que le sucedieron
Allí donde Tales creyó ver en el agua el origen de todas las cosas Anaximandro (611 – 547AC) apela a un ente conceptual de máxima generalización: el apeirón para definir lo indeterminado o infinito que puede asumir la forma de cualquiera de los elementos vitales para el hombre, sea el fuego, el aire, el agua, la tierra.
Para Anaxímenes (570- 500 AC) el elemento básico era la Niebla. Las transformaciones de la niebla posibilita cambios cuantitativos que se traducen en lo cualitativo: si la niebla se rarifica da lugar al fuego; si por el contrario se condensa, dará lugar progresivamente a las nubes, el agua, la tierra y las rocas.
En resumen, la llamada Escuela de Mileto no solo implica el trascendental paso de la descripción mitológica a la explicación racional del mundo sino que combina una aguda observación de los fenómenos naturales con una rica reflexión imaginativa.
La orientación epistemológica de Heráclito de Efeso (540 – 475 AC) difiere de sus predecesores cuando adopta la posición de ver en el cambio la principal característica del Universo y, de acuerdo con esta visión, proponer al fuego como elemento primario, dinámico en los procesos de cambio. En el centro de su línea de pensamiento nos encontrarnos la dialéctica: la estabilidad de las cosas es temporal y refleja la armonía de los contrarios, el cambio eterno viene dado por la ruptura de esta armonía.
Con Pitágoras (582 – 500 AC) y sus seguidores se aprecia una vuelta a la tradición religiosa. La Escuela de Pitágoras realiza valiosas contribuciones al desarrollo de la Geometría y la Astronomía, al tiempo que propone una imagen del universo presidida por concepciones matemáticas que se relacionan con una visión mística del ser.
De entonces parte el debate acerca del método conducente al conocimiento verdadero. Mientras la ciencia jónica se asentaba sobre la observación de la naturaleza (y la razón que la explica), los pitagóricos desdeñan el papel de los sentidos en el conocimiento y declaran el imperio de la razón. Zenón de Elea (485 - ? AC) representa un momento de máximo esplendor en el desarrollo de la argumentación lógica planteada originalmente por Parménides (515 – 440 AC).
Entre el pensamiento eleático y la escuela de los atomistas aparece una figura, Empédocles (493 – 433 AC), que expresa una tendencia a la recuperación en la confianza de los sentidos. Este filósofo acepta la idea de que la realidad es eterna y se compone de cuatro sustancias primarias: fuego, aire, tierra y agua.
Leucipo (450 – 370 AC) y su discípulo Demócrito (460 – 370 AC) constituyen los más altos representantes de La Escuela Atomista. La hipótesis sobre la naturaleza atómica de la sustancia, y la noción que de ella se deriva acerca de la composición de las sustancias como mezclas de diferentes átomos que se diferencian entre sí por sus tamaños y formas, resulta una integración en la polémica entre la razón y los sentidos. Adviértase que los átomos son el resultado de una abstracción generalizadora que se convierte en concepto clave para explicar la diversidad observada en las propiedades de las sustancias.
Con Platón (428 -347AC) se funda la Academia y la filosofía griega gira hacia la tradición pitagórica. Platón niega el uso de la observación y la experiencia sensible como método de investigación de la realidad. Su retórica se hace incomprensible al admitir que todo conocimiento es mero recuerdo (anamnesis).
El más influyente de los filósofos griegos Aristóteles (384 – 322 AC) rompe con el universo ideal platónico y admite la cognoscibilidad del mundo sobre la base de la experiencia y de la razón. Maestro en la Academia y luego en el Liceo, cultiva en los discípulos no solo la observación, sino también la colección de materiales para apoyar el método inductivo que desarrollaban en sus investigaciones. Su obra incluye las siguientes áreas del saber: Lógica, Ética y Política, Física y Biología.
La visión aristotélica sobre la tendencia en la naturaleza hacia la perfección tendrá más tarde una lectura que vendrá a justificar la búsqueda de la piedra filosofal en el movimiento alquimista. Sobre la base de este supuesto, parece razonable concebir que el oro, el metal más perfecto, puede ser obtenido por transmutación de otro si el artesano pone suficiente empeño e inteligencia en su labor de laboratorio.
Se puede advertir que en la cultura de la Grecia antigua no se desarrollan ni siquiera las primeras tentativas de estudio experimental de las transformaciones químicas. El laboratorio de los sabios griegos era fundamentalmente la mente humana. No obstante, obtienen resultados sobresalientes en las Matemáticas y la Astronomía que exigieron mediciones y comprobaciones experimentales de las hipótesis formuladas.
Con el debilitamiento del Imperio Griego y el florecimiento de lo que se llamó los “reinos helenísticos” surgió el gran desarrollo de Alejandría, ciudad fundada en Egipto por Alejandro Magno (356 – 323 AC). Bajo los reinados de Ptolomeo I (305 – 285 AC) y Ptolomeo II (285 – 246 AC) nació y se desarrolló el “Museo” (considerado como una relevante universidad), adjunto al cual se creó la más importante biblioteca de estos tiempos.
Es en este momento que aparece un escenario histórico propicio para un contacto y posible fusión de la maestría egipcia en la experimentación (khemeia) con la teoría griega pero tal posibilidad no se convirtió en realidad. Al parecer el vínculo estrecho del arte de la khemeia con la religión actuó como muralla impenetrable para el necesario intercambio. Muchas vueltas daría la Historia para que se diera una integración fructífera de ambos conocimientos teóricos y prácticos.
No obstante, aparece como un exponente de la khemeia griega, a inicios del siglo III a.C., un egipcio helenizado, Bolos de Mende. A su pluma se atribuye el primer libro, Physica et Mystica que aborda como objetivo los estudios experimentales para lograr la transmutación de un metal en otro, particularmente de plomo o hierro en oro.
Semejante propósito, que alienta tentativas posteriores a lo largo de más de un milenio, encuentra fundamento en la doctrina aristotélica de que todo tiende a la perfección. Puesto que el oro se consideraba el metal perfecto era razonable suponer que otros metales menos ‘perfectos’ podrían ser convertidos en oro mediante la habilidad y diligencia de un artesano en un taller. Y este supuesto, junto al interés económico que concita, soporta el campo de acción principal de los antecesores de la química que se sucedieron en diferentes momentos y culturas hasta el siglo XVII.
Con la desaparición del gran imperio consolidado por Alejandro, y el posterior sometimiento de los pueblos greco – parlantes al poder de los romanos (Grecia es convertida en provincia romana en el 146 AC), quedó seriamente comprometido el avance del saber científico.
El aletargamiento de las ciencias en este período se ha relacionado con la falta de interés de la cultura romana por los saberes científicos – filosóficos.
No obstante, se afirma que el emperador tiránico romano Calígula (del 37- 41) apoyó experimentos para producir oro a partir del oropimente, un sulfuro de arsénico.
Se ha reportado también que Zósimo de Tebas (hacia el 250-300) estudió la acción disolvente del ácido sulfúrico sobre los metales. Este descubrimiento podría haber resultado la más sobresaliente aportación de los romanos pero fue ignorado por los que tiempos después continuaron el estudio de las transformaciones de las sustancias. Zósimo además apreció la liberación de un gas al calentar el óxido rojo de mercurio. Más de diez siglos pasaron para que esta misma reacción fuera estudiada e identificado el gas, el dioxígeno.
Hacia el año 300 el emperador Diocleciano (283 – 305) ordenó quemar todos los trabajos egipcios relacionados con el arte de la khemeia. Su decisión respondía a dos factores: por una parte, temía que la khemeia permitiera fabricar oro barato y con ello hundir la tambaleante economía del Imperio y, por otra se hacía sospechoso el pensamiento pagano asociado a la práctica de la khemeia vinculada estrechamente con la religión del antiguo Egipto. Este mismo emperador trató de eliminar el cristianismo, pero fracasó; el emperador Teodosio I el Grande (en el período de 379 - 395) terminó por fundar un imperio cristiano.
A pesar de esta prohibición se conoce que Hypatia (370? - 415) sobresaliente filósofa y matemática alejandrina, realizó estudios experimentales en el campo de la khemia y desarrolló, entre otros instrumentos, un equipo de destilación de agua, que debió ser uno de los primeros útiles del stock alquimista. Durante casi dos siglos, desde Nerón hasta Diocleciano, los cristianos debieron enfrentar una cruel persecución. Ahora, una de las primeras mujeres de ciencia resultaría mártir de la intolerancia religiosa practicada por los cristianos. Se inauguraba así toda una época de estancamiento en el mapa europeo.
Más de 20 siglos antes que Dalton, Demócrito propuso la naturaleza atómica de las sustancias.
La diversidad de las cosas venía dada por las diferencias en “los ladrillos indivisibles” que las constituían, he aquí su brillante abstracción.

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